lunes, 23 de febrero de 2009

Crítica : 'Tancredi', de Rossini

Cuando las mujeres toman las riendas

Volvía Rossini a las tablas del Maestranza y ya se le echaba de menos. La propuesta caballeresca llena de buenas intenciones de la novela de Voltaire se convertía en ópera a golpe de platillo y trémolo de la mano del genio de Pésaro.

El melodrama estaba bien construido. En ningún momento se notó que la Sinfónica hispalense faltara en el foso, a pesar de estar sustituída por una acertada Orquesta Ciudad de Granada, que hizo desfilar de manera clara y sentida las distintas cavatinas y arias del Tancredi.

En el escenario, un sobrio decorado de formas redondas y plataformas en blanco y negro pincelado de color por hermosos caballos de justa salidos de un tiovivo romántico (acertada propuesta la de Kokkos) y marionetas ocasionales que permitían un descanso a los actores.

En la música, sobresalió una flamante Daniela Barcellona que interpretaba al caballero Tancredi, y demostraba una vez más que, no en vano, es llamada una de las mejores mezzos del momento. Barcellona canta como quiere: sentada, recostada, en cuclillas, de pie, con el brazo estirado hacia el cielo, tumbada... Su cuerpo se amolda a la situación para no perder viveza ni tersura en la interpretación.

Kunde en el papel de Argirio regaló también momentos brillantes de dramatismo y, a pesar de perder algo el control en los pianos, ofreció maestría teatral en cada aria. Mágico el momento con Barcellona sentados en el suelo de la cárcel.
Amenaide venía interpretada por Mariella Devia, una soprano correcta e incluso notable en algunos pasajes. La deslucieron unos 'bravos' provenientes del patio que no le hicieron ningún bien, no sabemos si fruto de una euforia mal contenida o de una clá demasiado cantosa para una soprano que no la necesitaba por méritos propios. A pesar de todo, el dueto del final del primer acto en la escalinata del castillo fue dulce, acogedor y convincente.

Los demás cantantes estuvieron a la altura. Gierlach se mostró un tanto cansado, quizá por ser la última representación en la capital, Tobella fue una sirena de terciopelo en el papel de Isaura (tanto por la voz como por el traje), y Rivas estuvo bien pero sin destacar (tampoco el papel lo permitía).

Una obra bien montada con una orquesta que demuestra cada vez más que merece un teatro propio en la ciudad de la Alhambra, y a la que veremos el miércoles de nuevo en la sala del Arenal. A ver si para la próxima no tenemos que esperar tanto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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salud y buena música!


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